Naranjas confitadas

 


Ingredientes:



- 2 naranjas.
- 200 gr de azúcar blanco.
- 300 ml de agua.




Preparación





Lava bien con agua fría las naranjas y sécalas con papel de cocina.

Corta las naranjas en rodajas. Lo ideal es que sean finas pero no en exceso para que no se rompan y, aunque puedes hacerlo con un cuchillo, si optas por una mandolina como he hecho yo te asegurarás de que todas queden con el mismo grosor.

Utiliza una cazuela bastante ancha ya que la idea es que no haya más de 2 capas de rodajas de naranja para que todas se cocinen de manera bastante uniforme.
En la cazuela echa el azúcar y el agua y calienta la mezcla a fuego suave hasta que se disuelva el azúcar y tengamos un almíbar, tardará entre 5 y 10 minutos dependiendo de la temperatura del fuego.

Pon las naranjas en la cazuela y cocínalas a fuego suave y tapadas durante 30 minutos. En ningún momento las remuevas porque podrían romperse, simplemente si ves que lo necesitan puedes acomodarlas mejor con unas pinzas de cocina.

Destápalas y sigue cocinándolas durante otros 30 minutos o hasta que veas que la corteza está tierna y la naranja en general se transparenta un poco.

Ya están listas, espera a que se enfríen y decide con qué acabado las dejas. 


En almíbar: 

lo más sencillo y lo que yo suelo hacer es guardarlas con su almíbar en la nevera, aguantan varios meses así (siempre y cuando queden sumergidas). Esta es la forma en la que mejor quedan para ponerlas sobre el Roscón de Reyes, ya que no se resecan mientras éste se hornea.



Secas

se escurren bien y se dejan encima de una rejilla para que se sequen durante unas horas (4 o 5 o incluso de un día para otro) y ya se pueden guardar en un recipiente cerrado o congelarlas para que aguanten más tiempo. El almíbar puedes guardarlo aparte para utilizarlo en cualquier receta de repostería (incluso en el propio Roscón de Reyes).



Escarchadas

 igual que secas pero cuando las hayas puesto sobre la rejilla échales azúcar blanco por encima, verás que al secarse quedan con ese azúcar ligeramente disuelto, pegado y blanco, dando la apariencia de escarcha.

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