Su elaboración se basa en unos paquetitos, preparados con una masa similar a las mencionadas casadielles, que luego rellenamos y freímos en aceite bien caliente.
Ingredientes:
Para la masa de las teresitas
- 450 gr de harina de trigo tipo repostería
- 50 gr de manteca de cerdo
- 100 ml de vino blanco
- 50 ml de agua tibia
- 3 gr de Sal fina
- 10 gr de levadura fresca prensada de panadería
- 1 nuez de mantequilla (en pomada)
Para la decoración de las teresitas
- Azúcar blanco
- Canela en polvo
Para la fritura
- Aceite de girasol o aceite suave de oliva virgen extra
Para la crema pastelera
- 250 ml de leche entera
- 2 yemas de huevo XL
- 75 gr de azúcar blanco
- 25 gr de Maicena
- 1 vaina de vainilla o una cucharada de esencia de vainilla líquida
- La piel de medio limón
Preparación
Antes de nada, ponemos la mantequilla y la manteca de cerdo, a temperatura ambiente unos 30 minutos antes. Para que se atemperen y cojan la textura blanda que necesitamos.
Vertemos 50 ml de agua tibia en un vaso y diluimos en ella la levadura. Desmenuzamos con los dedos y mezclamos.
En un bol grande, vamos añadiendo el vino blanco, el agua con levadura, la mantequilla, la manteca de cerdo, 1 cucharada de azúcar blanco y finamente un pellizco de sal. Con unas varillas integramos todo hasta que quede una mezcla homogénea.
Añadimos ahora la harina, tamizada, y vamos mezclando con los dedos. Poco a poco se irá formando la masa. Echamos harina en las manos por si se nos pega demasiado.
Como con todas las masas, añadimos algo de harina si es necesario. Formamos una bola y dejamos reposar la masa a temperatura ambiente, tapada con un trapo limpio, durante al menos una hora.
Mientras reposa la masa, vamos a preparar el relleno dulce, que en este caso es la crema pastelera.
Comenzamos por la vaina de vainilla. Le damos un corte a lo largo, la abrimos y retiramos con un cuchillo las semillas del interior.
Lavamos el limón y pelamos la piel finamente, sin que lleve parte blanca. Podéis usar mayor o menor cantidad de piel, al gusto, ya que el sabor del limón a muchos os puede resultar cargante.
Separamos 150 ml de la leche en una taza. El resto lo ponemos a calentar en un cazo, a fuego medio. Cuando esté a punto de hervir, pero que no llegue a hacerlo, retiramos del fuego.
Añadimos la vainilla, la piel del limón y dejamos infusionar unos 30 minutos, con el cazo tapado.
Mientras infusiona la leche vamos a mezclar la maicena. La disolvemos en la taza de leche, removiendo bien, para que no queden grumos. Reservamos.
En una cacerola pequeña, añadimos las yemas de los huevos y poco a poco echamos el azúcar. Removiendo sin parar con unas varillas para que no se pegue. A continuación vertemos la leche con la Maicena.
Seguimos removiendo, para que se haga una mezcla bien homogénea y sin grumos.
Pasado el tiempo de infusionado y reposo añadimos a la cacerola la leche infusionada, no debe estar muy caliente, colándola y de paso separando la vainilla y la piel del limón.
Vamos echando poco a poco y mezclando al mismo tiempo. Ponemos a fuego medio-bajo y comenzamos a remover sin parar, poco a poco y sin prisas.
Al principio cuesta un poco pero luego iremos comprobando cómo va cogiendo textura la crema y va espesando. Seguimos removiendo y de repente, cuando coja la temperatura ideal, notaréis cómo espesa y adquiere esa textura tan suave y reconocible de la crema pastelera.
Retiramos del fuego y pasamos la crema a un bol o jarra de cristal, así no cogerá ningún sabor del recipiente. Dejamos atemperar y luego conservamos en la nevera tapada con un film transparente, hasta el momento de su uso.
Pasado el tiempo de reposo, amasamos ligeramente la masa para que coja de nuevo elasticidad. Espolvoreamos la encimera con harina, y extendemos la masa con el rodillo. Queremos que nos queden unos 2/3 mm de grosor. Tampoco demasiado fina, o no aguantará el relleno.
Vamos haciendo rectángulos de masa, de unos 10 x 6 cm. y rellenamos con una cucharada de crema pastelera y cerramos, haciendo un paquetito. Sellamos los bordes con la ayuda de los dedos. Repetimos el proceso con el resto de la masa.
En un cazo, vertemos aceite de girasol y calentamos. Necesitamos que esté caliente, pero que no llegue a humear.
Vamos friendo las Teresitas, en tantas de dos en dos, para no enfriar el aceite. Vuelta y vuelta, hasta que estén doradas por ambos lados. Retiramos y reservamos sobre papel absorbente.
Terminada la tanda, las rebozamos en una mezcla de azúcar y canela en polvo, por ambos lados.
Las pasamos a un plato o fuente, y dejamos que se atemperen antes de consumir.
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